A José Manuel Pitti se le hace la boca agua cuando, una vez jubilado, recuerda las mejores anécdotas de su vida como jefe de Deportes de TVE en Canarias.
En ATLÁNTICO TV, entrevistado por Carmelo Rivero en el programa Minuto 33, confesó, además, el drama menos conocido de su carrera profesional: lo que sufría por dentro mientras hacía televisión, hasta el punto de plantearse dejarlo.
-Somos coetáneos en el oficio. De los años 70, en el periódico ‘La Tarde’. Casi todos empezábamos ahí.
“Era la gran escuela de la época. En mi caso fue una escuela a distancia, porque yo era un niño y colaborador. Mi primo, Enrique Rey Pitti, me dio la oportunidad de convertirme en corresponsal deportivo en el sur. Hacía las crónicas del Atlético Granadilla. Así empecé. No tuve contacto directo con la redacción, pero la observaba desde lejos. Recuerdo mucho el periódico que dirigía Víctor Zurita Soler.”
-Tu vida cambió tras salir en televisión y convertirte en uno de los rostros más populares de Canarias. Cuando hiciste ‘El Lunes Deportivo’ fue un ‘bombazo’. ¿Te produjo un shock personal?
“Absolutamente. Lo has definido muy bien: fue un shock. Y también una transformación acelerada de mi personalidad. Hay que tener en cuenta que, en aquel momento, TVE era un monopolio, el único medio audiovisual de masas. Salir en pantalla significaba que te reconocieran de la noche a la mañana. Recuerdo reacciones muy curiosas en el ascensor de mi casa. Vivía en el noveno piso, en la Avenida Venezuela. Un día después de El Lunes Deportivo, por ejemplo, se subía un señor en el octavo y me decía: “Qué desastre de programa hiciste anoche”. Luego, en el quinto, subía otro vecino que me decía: “Qué maravilla de programa, qué bien lo hiciste”. Y yo me creía una cosa y la otra. Tenías que gestionar eso. No tuve apoyo psicológico para entender que no podía depender emocionalmente de la audiencia. Y sufrí mucho.”
-¿Llegó a generarte un sentimiento de culpa?
“Sí, de culpa, de sorpresa… Pero, sobre todo, una gran inestabilidad emocional. Estuve -a escondidas, porque había que hacerlo así- en manos de psicólogos.”
-¿Y qué te recomendaban, siendo un periodista que sufría haciendo su trabajo?
“Que viviera el momento con tranquilidad y normalidad. Que aprendiera a establecer una relación racional con la audiencia, sin caer en una dependencia emocional. Al final, no podemos desentendernos de la opinión del público, pero tampoco alimentar una relación que nos afecte más allá de lo profesional. El problema es cuando te crees los halagos o te destruye la crítica feroz. Eso puede hacer daño.”
-¿Recuerdas tu primera vez en directo?
“Sí, claro. Empecé haciendo cine, porque en aquel momento no había llegado el vídeo. Era 1979 y emitíamos en blanco y negro. En un momento determinado, no quedó otra opción que hacerlo en directo. Me enfrenté a la cámara con un nerviosismo tremendo.”
-¿Tuviste miedo?
“Miedo absoluto. No miedo… terror. Lo que se llama miedo escénico, como dice Valdano. Aquella taquicardia se prolongó durante meses. De hecho, estuve a punto de dejarlo. Me planteé la posibilidad de abandonar. Pensaba: “Esto no es lo mío, pero con el tiempo me fui tranquilizando.”
-Esto la gente no lo sabe. Te ven salir en pantalla, te saludan por la calle, te piropean o regañan. Y la procesión va por dentro. No obstante, ¿te sirvió, hubo alguna enseñanza positiva con el paso del tiempo?
“Sin lugar a dudas. Te abre caminos, te abre puertas. Y te sitúa en un proceso de experimentación personal y emocional absolutamente intenso.”
-Estamos revelando el otro lado del periodismo. No es solo éxito y fama bajo la firma o el rostro…
“Siempre me preocupé -más allá del efecto de la popularidad o de trabajar en un medio importante como TVE- por cultivarme como comunicador y como periodista. Para mí, esa era la parte esencial. Podía disfrutar presentando un programa, pero dependiendo del producto que iba a ofrecer. Siempre me sentí más feliz haciendo reportajes. Por ejemplo, la estadía de Jorge Valdano en el Club Deportivo Tenerife, o la de Jupp Heynckes. Y otro momento absolutamente doloroso para todos: la muerte de Rommel Fernández. Fue un palo tan horroroso…”
-Me lo encontré en una discoteca unos meses antes. ¿Era un hombre feliz?
“Mucho. Muy feliz. Y muy buena persona. Venía de El Chorrillo, en Panamá, un lugar marginal, marcado por la pobreza. Y, de repente, llega a jugar un Mundialito, un campeonato modesto, y un rematador por excelencia, como el Tigre Barrios – que triunfó en el Tenerife, en el Barcelona y, especialmente, en el Hércules-, supo valorar su capacidad de salto. Y estaba llamado a ser un mito.”
-Años después, le dedicaron aquel mural por fuera del estadio, la cuna de los éxitos…
“Estuve en esa presentación junto a Juan Carlos Castañeda y Domingo Álvarez.”
-Domingo Álvarez… Una terrible pérdida reciente. Tu gran amigo, no sé si discípulo…
“Tuve el honor de incorporarlo a la televisión, lo demás lo hizo él. Desde el primer día establecimos una amistad inquebrantable. Sabía de su enfermedad, lo llamaba con frecuencia. Le decía: “Domingo, si hay días en los que estás mal, no me cojas el teléfono, no pasa nada”. Y casi siempre lo cogía. La última vez me mandó un mensaje de voz. Me decía que estaba luchando “partido a partido”, como decía Simeone, y lo decía con la certeza de que iba a ganar esa agarrada. Cuando supe de su fallecimiento, sentí una pena inmensa. Domingo era el amigo total. Nadie podía hablar mal de él.”
-En una profesión, ciertamente, cainita. Pero estamos hablando de un ser excepcional…
“Exactamente. Había un reconocimiento unánime a su bondad, generosidad, habilidad y competencia.”
-Se produjo algo infrecuente. Tres colegas que no paraban de viajar por el mundo. Tú, Xuáncar y Domingo, cada uno acumulando campeonatos, mundiales, mundobaskets y Juegos Olímpicos…
“Al principio, éramos tres. Luego me quedé más relegado. Pero estuve en dos ediciones de los Juegos Olímpicos: Seúl 1988 y Barcelona 1992. También en tres campeonatos del mundo de baloncesto. Uno de ellos con sede en Tenerife. Recuerdo ver jugar aquí a Drazen Petrovic con la selección de Yugoslavia, antes de que se convirtiera en Croacia y estallara la guerra de los Balcanes.”
-Conociste a Carl Lewis en alguna de esas peripecias olímpicas…
“Fue en Seúl. Lo vi en la puerta del hotel donde se alojaba la expedición de TVE y le pedí una foto, a lo que accedió con una amabilidad extraordinaria. Luego revelé esas fotos -aún no existía el formato digital- y se las enseñé a Matías Prats. Y Matías me dijo: “Pero, bueno, has estado con Carl Lewis y no lo has entrevistado, ¿cómo es posible?”. Es que había sido todo muy rápido y casual.”
-Pero a Maradona sí lo pillaste bien. ¿Fue cuando estuvo en Tenerife?
“Sí, vino a jugar con el Sevilla, en lo que Javier Pérez, siempre tan avispado, denominó “el partido del siglo”. Porque era la confrontación entre dos estilos: el concepto ‘menottista’, representado por Jorge Valdano, y el ‘bilardismo’, más pragmático, casi paramilitar, encarnado por Bilardo. Ganó el Tenerife. Y Maradona, más que jugar, vino a buscar a Fernando Redondo.”
-La famosa mano de Maradona señalando a tu amigo Redondo, el 5, para que el árbitro lo expulsara…
“Sí. Él quería provocar su expulsión. Consiguió que le sacaran una amarilla, y luego repitió la jugada. El árbitro, sin embargo, entendió que la segunda entrada había sido de Pizzi y le sacó la tarjeta. Maradona se acercó y le puso la mano en la cara señalando: “Fue el cinco, fue el cinco”. Todo venía de lejos. Redondo había renunciado a jugar con Argentina en el Mundial de Italia 90. Él mismo me lo confesó en la intimidad: “Me aburría en los entrenamientos”. Estaba estudiando Económicas y dijo a la prensa que quería licenciarse. Maradona no se lo perdonó.”
-Luego se reconciliaron, ¿no?
“Sí, fueron muy buenos amigos. Pero Maradona era así. Recuerdo la entrevista con él como un gran momento profesional. Me acerqué con la cámara, sin jefes de prensa ni protocolos. Venía tranquilo, con su mujer y sus hijas. Una de ellas le hizo una broma y se sentó en su asiento. Él le dijo: “¿Querés destronarme?”. Le pregunté si Fernando Redondo podía ser su sucesor. Menotti había dicho que era el mejor relevo del fútbol argentino. Maradona lo negó. Primero, por la antipatía que le tenía, y segundo porque estaban en escenarios distintos.”
-Estuviste en la boda de Redondo en Argentina.
“En efecto, me invitó y acepté encantado. Solo le puse una condición: hacer un reportaje con él y con Natalia el día de la boda, para enviarlo a La Gaceta de Canarias, que tú dirigías con tu hermano. Accedió y cuando comimos ese día me preguntó cómo estaba la carne. Le dije: “Bueno, más hueso que carne”. Y él, como buen argentino, llamó al camarero -al mozo, como dicen allá- y le dijo: “Vení acá, ponéle, ponéle”. Mandé el reportaje al periódico y fue, como solemos decir, un pepinazo.”
-¿Cómo te sentó cuando la afición de Gran Canaria, donde te querían y te odiaban a la vez, recibió un día a la afición del Tenerife gritándole: “¡Hijos de Pitti!”?
“Me hizo mucha gracia, honestamente. En ese momento yo era jefe de Deportes en TVEC y me tocó analizar el tránsito del Tenerife desde la pobreza hacia la riqueza, y, al mismo tiempo, el de la UD Las Palmas desde la riqueza hacia la pobreza. Siempre había un segundo partido, el del lunes, El Lunes Deportivo, y la gente se ponía a cronometrar. Era una presión absolutamente insoportable. Recuerdo momentos realmente duros. Como aquel Tenerife-Valladolid, el partido del exilio, que se jugó en el Estadio Insular porque habían clausurado el Rodríguez López. El Insular estaba a diez minutos caminando de nuestros estudios en Plazoleta de Milton. Yo ya estaba sentenciado en Gran Canaria. Ese día, además, la afición se puso de parte del Valladolid, que nos ganó con goles de Amavisca. Cada vez que marcaba el Valladolid había una explosión de júbilo. Era otro contexto…”
-Ahora ya no es así. Pasó el siroco del pleito…
“No, ahora ya no es así. Pero en aquel momento el pleito estaba encendido. Y el pleito político tenía consecuencias en el deporte, sobre todo, en el fútbol, que es la bandera de los pueblos. Me tocó analizar el esplendor del Tenerife y eso generó una contestación importante.”
-¿Te insultaban por la calle en ese trayecto?
“Sí. Y cuando iba a una discoteca, me lanzaban botellas también.”
-¿Hubo muestras de cariño en la afición de Gran Canaria? Porque recuerdo que tú honrabas a menudo las gestas de la Unión Deportiva…
“Siempre traté con mucho respeto a la Unión Deportiva Las Palmas.”
-¿Sentías indefensión cuando el fútbol canario giró hacia Tenerife y, a pesar del prestigio del fútbol amarillo, los blanquiazules gozaban de mayor cobertura nacional?
“Sí, la diferencia era evidente. En la Península, al Tenerife lo seguían con varias cámaras; a Las Palmas, a veces ni con una. No podía explicarlo. Y eso dolía.”
-¿Con anterioridad, la UD Las Palmas llegó a acomplejar al Tenerife?
“Totalmente. El fútbol canario era Las Palmas. Era nuestra selección, nuestro ejército popular, como decía Vázquez Montalbán del Barça. Pero, luego, llegó Javier Pérez y lo cambió todo.”
–¿Fue la semifinal de la UEFA el momento más glorioso del Tenerife?
“Sin duda. Con Heynckes alcanzamos el techo. Pero perdimos y, en vez de celebrar, caímos en una depresión. Javier prometía cosas imposibles… y las cumplía. Subimos a Primera, ganamos al Madrid dos veces, jugamos la UEFA. Todos le creíamos. Pero aquel día dijo que ganaríamos y perdimos. De ahí la desolación.”
-¿Quiénes fueron los pilares en el banquillo de aquel Tenerife memorable?
“Jorge Valdano puso los cimientos. Luego, vino Cantatore, que no logró mucho, y Heynckes, que hizo historia. Dos campeones del mundo: Valdano con Argentina y Heynckes con Alemania. El Tenerife tuvo suerte. Se alinearon los planetas. El 5-3 del Tenerife al Lazio fue el partido más hermoso que le he visto. Lo digo con prudencia, no viví los 102 años del club, pero ese partido fue único. Dino Zoff era el presidente, campeón del mundo en el 82. Fue una noche mágica.”
-¿Crees que, pese a la rivalidad, el Tenerife y Las Palmas tienen una historia en común?
“Claro. Aunque ha habido rivalidad, también ha habido amor. Muchos jugadores han cruzado de una orilla a otra y han triunfado. Somos dos islas afortunadas en fútbol.”
-¿Y la lucha canaria, Pitti, qué papel ha jugado en tu vida?
“Es mi vida. En 1985, tras dos años de concienciación, abrí El Lunes Deportivo con lucha canaria. Fue un escándalo. Pero Juan Ramón Mediavilla, el director, me dio una unidad móvil para hacer un programa semanal. Quitamos pasividad, dimos ritmo, y nació La Luchada. Luis Ortega escribió la letra de la sintonía en diez minutos. Un genio.”
-¿El himno de Los Sabandeños aupó el deporte?
“Es el himno de la lucha canaria. Intocable. Aunque usamos otra música para el programa. Una metáfora de nuestra identidad.”
–¿Y cuándo decidiste raparte al cero?
“Fue casi natural. Ya se me había caído casi todo. Un amigo palestino, Nabil, me dijo: “Así no vas a triunfar en televisión. Rápate al cero.” Y lo hice. Se volvió una manía. Ya no me veo con pelitos sueltos por ahí.”
-Pregunto al periodista y al ciudadano. ¿Cómo estás viviendo lo que ocurre en Gaza?
“Es una masacre. Las imágenes son horrorosas. La respuesta de Israel ha sido desproporcionada. Estamos ante un genocidio, sin duda. Lo dice la RAE: exterminio por razones de etnia, religión o política. Y eso es lo que está ocurriendo. Es difícil ver el telediario sin tomar un sedante. Me recuerda la novela El tatuador de Auschwitz. Es espeluznante que, tras ser víctimas del Holocausto, ahora un gobierno enloquecido esté cometiendo otro. Y cuando se reconozca el Estado de Palestina, quizás ya no exista.”






