Si pensamos en las golosinas de nuestra niñez, es fácil que nos venga a la mente su sabor inconfundible, el diseño de los envoltorios o incluso la persona que solía comprárnoslos. Sin embargo, al mirar atrás también descubrimos que algunos de esos productos serían impensables en la actualidad.
Durante las décadas de los 80 y los 90, la publicidad del tabaco y el alcohol carecía del control que existe hoy en día y, por sorprendente que parezca, este tipo de referencias llegaba incluso a artículos destinados al público infantil. Aunque tendamos a idealizar el pasado, lo cierto es que ciertos avances sociales también han llegado al universo de las golosinas o: ¿permitiría ahora mismo que su hijo jugara con cigarrillos de chocolate o pidiera un helado inspirado en una enfermedad?
Las cinco golosinas de nuestra infancia impensables hoy

Cigarros de chocolate. Los paquetes imitaban a los de las grandes marcas de tabaco, aunque eran más pequeños, y se trataba de barritas de chocolate que, por el papel que las envolvía, se asemejaban mucho a los cigarrillos normales. Varias generaciones crecimos con ellos y, además, lo vimos como algo perfectamente normal. Si llevabas camisa de botones, incluso, te los ponías en el bolsillo, como hacían tus padres, tus tíos… En aquella época jugábamos a ser mayores. El mejor ejemplo del furor que causaron son las cifras de la empresa que los comercializó: en cinco años ganaron cinco millones de dólares de la época.
Los cigarritos de chocolate tienen un lugar de honor dentro de las golosinas de nuestra infancia y, quizás, tengan el primer puesto de aquellas que ahora nos parecen imposibles de comprar. ¿Nos imaginamos ahora a un niño o una niña haciendo lo que hacíamos nosotros? Imitábamos el gesto de fumar y, cuando el papel ya estaba mojado por la saliva, nos comíamos lo de dentro.
Hubo otros cigarritos, los de Popeye (estos hasta imitaban que una de las puntas estaba encendida) pero con muy poco éxito. Los cigarritos de chocolate fueron prohibidos en España en 2005.

Caramelos de cubalibre. Aunque pueda llamar la atención, en estas golosinas hay cierta trampa. Los caramelos de cubalibre, la bebida que se elabora con refresco de cola, ron y limón, se pusieron de moda en la década de los 80 y, ojo, siguen existiendo, aunque de manera bastante más reducida que antes.
Es necesario aclarar que nunca se usó alcohol para aquellos caramelos, incluso el sabor era a refresco de cola, ni siquiera con cierto gusto a limón. Sencillamente, el nombre de cubalibre se usó como reclamo en una época en el que el consumo de alcohol estaba normalizado dentro de las familias y en el día a día, llegando a ser, como el tabaco, un factor de cierto estatus social.
Echando ahora la vista atrás, no parece que en pleno 2023 los mismos caramelos se popularizaran tanto.

Helado Doctor Strabik. En el verano de 1991, Frigo, quizás la marca de helados más innovadora de España, decidió que era buena idea hacer uno llamado Doctor Strabik, con un curioso palo en forma de i griega, que luego muchos usarían como tirachinas, con dos ojos grandes que simbolizaban a una persona con estrabismo. Dentro de esta relación es, seguro, la más desafortunada.
Lo mejor de todo es que el producto se promocionó con unas instrucciones para que, poniendo los ojos bizcos acabaras creando un efecto óptico. Además, era de chocolate, fresa y nata, con los ojos de chicle, lo que provocaba un engorro, incluso, a la hora de poder comerlo.
Fracasó -duró poco más de un año en el mercado- y, siendo justos, hay que reconocer que la idea llegó ya desde la filial italiana de la marca. A día de hoy, por suerte, es impensable que un producto así estuviera pensado para niños.

Chicles de piña colada. En los años 80, por solo cinco pesetas, podías comprarte un chicle de la marca Tico Tico que sabía a auténtica piña colada, un cóctel con alcohol, quizás de los más populares que, como hemos visto antes, pudo entrar como sabor en diferentes productos infantiles porque, en aquella época, socialmente no estaba tan mal visto.
Es cierto que en la actualidad, en varios países, se producen y comercializan de manera industrial helados o golosinas de mojito, pero no están tan enfocados a la infancia como en su día estos chicles que desaparecieron, en ese sabor y formato, a finales de los 80.
Ocurría algo similar que con los cigarritos de chocolate, entre que queríamos ser mayores y que socialmente el alcohol y el tabaco eran casi signos de distinción, el mercado infantil no podía quedar al margen. El refresco de piña colada, sin alcohol, también fue un clásico en los años 90.

Caramelos en blister de medicina. Cerramos el recorrido por las golosinas de nuestra infancia que ahora serían imposibles de comprar con un formato, más que con un producto en concreto. Se siguen encontrando, porque es verdad que, como en otras muchas cosas, existe ahora mismo una cierta nostalgia por recuperar productos y marcas de los 80 y 90, años en los que vivieron un boom los caramelos en blister de medicina.
Se creaba una paradoja curiosa, porque odiábamos tomarnos las medicinas cuando estábamos malos pero, a la vez, nos encantaba comprar esta chuchería y jugar como si fuera un medicamento.
Los caramelos solían ser de colores chillones, pero llegaron a existir unas pastillas de color blanco, de menta, que podían pasar, para algunos despistados, como auténticas medicinas.
Las cinco anteriores son golosinas, seguro, que han quedado en el recuerdo de muchos niños y niñas pero, por otro lado, no parecen, desde luego, las más adecuadas. O al menos su formato de comercialización.







