Un pasado de herradores y carreras de caballos

Aunque el trazado de las tres principales calles peatonales del centro de la ciudad se mantiene casi igual, el tiempo ha cambiado sus edificios y, sobre todo, la forma de vivir
Imágenes antigua (1890) y actual de la calle de La Carrera, cerca de la plaza de la Concepción. Fran Pallero

Aunque el trazado de las principales calles del centro de La Laguna se mantiene prácticamente igual que cuando fueron diseñadas por el propio Adelantado Alonso Fernández de Lugo, en el siglo XVI, el paso del tiempo ha dejado sus huellas en las edificaciones de estas vías, pero, sobre todo, en la forma de vivir de los vecinos de las tres calles que forman el eje de la ciudad, Herradores, San Agustín y La Carrera, actualmente denominada Obispo Rey Redondo.

Esta última vía debe su antiguo nombre a que aquí se realizaban carreras de caballos y de sortijas, o de cintas a caballo, entre los siglos XVI y XVIII, según la información del Museo de Historia y Antropología de Tenerife. Después del año 1913, tras la reconstrucción de la catedral, pasó a denominarse Obispo Rey Redondo, en honor a quien protagonizó estos trabajos, explica Eliseo Izquierdo, cronista oficial de La Laguna.

“Era una calle residencial, pero también tenía un ámbito comercial, no artesanal, y aquí también estaba la parte administrativa, algunos servicios, oficinas profesionales de registro, de abogados…”, añade Julio Fajardo, escritor y gran conocedor de La Laguna, exconcejal del municipio y uno de los fundadores de Los Sabandeños. También había cafés, como el conocido bar Alemán del antiguo Casino, que fue derribado, donde actualmente se ubica el bar La Carrera; y barberías, puntos de encuentro “donde la gente iba a charlar, a veces no eran ni clientes, eran las tertulias de las trastiendas, como en las zapaterías y las reboticas. Era otra vida, no había prisa y había tiempo para todo”, apunta Fajardo.

Recuerda que esta vía, en los años 50 del pasado siglo, “tenía un aspecto social muy divertido, porque por las tardes, sobre todo en verano, cuando hacía buen tiempo, la calle se llenaba de gente paseando desde la plaza de la Catedral hasta el Teatro Leal. Era una manera de relacionarse, de conocerse y de formarse parejas”. “Creo que esto es una herencia de algo que hubo unos cuantos años antes, en las décadas de los 20-30, que era un paseo que se hacía en la plaza del Adelantado, que se conocía como el paseo de las tres”, añade.

Calle Herradores

Mientras, la calle Herradores debe su denominación, “como su propio nombre indica, a que aquí era donde estaban los herreros, porque La Laguna siempre fue un lugar de tránsito y la gente se paraba en las caballerizas, que había en la hoy plaza Doctor Olivera, y ahí arreglaban las herraduras y se hacían también otros muchos útiles de hierro”, explica Eliseo Izquierdo. Posteriormente se fueron instalando otros artesanos y, “hasta los años 50, había talleres que no existían en otras zonas de La Laguna, como latoneros, tiendas de carbón, leña, zapateros…”, añade Fajardo.

Entre principios del siglo XX y finales de los años 50 esta calle estuvo muy marcada también por el paso del antiguo tranvía, del que aún quedan las cocheras, en La Cuesta, como testimonio. En los años 60, una vez retirado ya el servicio, “a alguien se le ocurrió comprar uno de los vagones para montar un bar, que estaba en la carretera de Tejina”, rememora Julio Fajardo. “La decadencia del tranvía coincidió -añade- con su sustitución por un servicio de guaguas a la que se le llamaba La Exclusiva”. Además, “dentro de La Laguna había un transporte urbano que se conocía como La Cirila, que hacía un trayecto por toda la ciudad hasta el Barrio Nuevo y volvía”, en la época de los años 50.

Por otra parte, el cronista oficial de la ciudad indica que la calle de San Agustín comenzó denominándose del Espíritu Santo, por el convento con el mismo nombre, o Real, y terminó llamándose San Agustín cuando los agustinos se instalaron en el convento, que luego fue universidad e instituto. “Era absolutamente residencial, donde vivían las familias de un nivel alto, y no había ni comercios ni talleres”, apunta Julio Fajardo.

Dos cambios

Hay que destacar dos hitos importantes que marcaron estas calles. El primero tuvo lugar en los años 60 del pasado siglo, cuando el Ayuntamiento permitió construir edificios más altos y se derribaron muchas antiguas casas para levantar otras “con un diseño que nada tenía que ver con la tradición, porque la arquitectura de los años 60 se dedicaba a sacar el mayor rendimiento del suelo”, expone Fajardo. Un hecho que, “por suerte, duró poco tiempo, hasta que se realizó un plan especial de protección”, matiza, aunque afectó especialmente a la calle de La Carrera, “y si llega a durar más, se hubiese comido la ciudad entera”, critica.

El segundo hito vino con la peatonalización de estas tres vías, a principios de este siglo XXI, que, según Fajardo, no se podría haber acometido sin la realización primero de la Vía de Ronda, que logró desviar por ahí todo el tráfico que atravesaba la ciudad. “Y eso trajo consigo el título de Patrimonio de la Humanidad y el Plan Especial de Protección -añade-, que protege su estructura urbana, y la conservación de los edificios es ahora mucho mayor y más intensa que antes, lo que a su vez ha traído mayor número de visitantes y, en consecuencia, más actividad económica y de ocio”.

Así, el centro se ha convertido hoy en día en una zona comercial abierta en la que, sin embargo, algunos critican que cada vez hay menos comercio local tradicional y más franquicias, lo que para otros, en cambio, constituye un avance natural de la economía. Pero eso es otro debate.

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