santa cruz

El último molino de gofio de la capital

El negocio familiar, ubicado en el barrio de La Salud, es el único testigo que queda de otra época, en la que llegó a haber hasta 14
El molino de gofio de La Salud renovó su maquinaria, lo que ha aligerado el trabajo, aunque aún conserva piezas como una antigua limpiadora de madera. Fran Pallero
El molino de gofio de La Salud renovó su maquinaria, lo que ha aligerado el trabajo, aunque aún conserva piezas como una antigua limpiadora de madera. Fran Pallero
El molino de gofio de La Salud renovó su maquinaria, lo que ha aligerado el trabajo, aunque aún conserva piezas como una antigua limpiadora de madera. Fran Pallero

En el santacrucero barrio de La Salud permanece el único molino de gofio que queda en la capital tinerfeña, como último testigo de una época en la que el gofio era un alimento de primera necesidad para las familias. Hoy en día mantiene una clientela fiel, pero también se ha reinventado con otros granos y productos para adaptarse a los nuevos clientes.

El Molino de Gofio de La Salud, situado en la avenida de Venezuela, número 22, es un negocio familiar regentado por tres hermanos, David, Abel y Moisés García García, que conforman la segunda generación. “Mi padre emigró a Venezuela, como muchos en aquella época, y cuando reunió un poco de capital quiso invertir aquí y lo que me contaba es que a él le ofrecieron entre este molino y un cine”, rememora David, quien cree que quizás optó por el molino porque “él estuvo de jovencito, antes de ir a Venezuela, echando una mano en un molino que estaba en La Higuerita, donde trabajaba un tío suyo”. Su padre adquirió el molino de La Salud sobre 1956 o 1957, “aunque el molino está desde 1944, que yo sepa, y creo que cuando lo compró ya llevaba algunos años cerrado”, recuerda David.

Desde pequeños

“A parte de ser molino, arriba tenemos la vivienda también y desde que empezamos a caminar estábamos en el molino -continúa-. Cada uno tiene sus estudios, somos cinco hermanos, pero por una cosa u otra empezamos a echar una mano y aquí seguimos tres adelante con esto”. David y sus hermanos prácticamente se criaron en el molino y él guarda muchos recuerdos. “Recuerdo a mi tío Antonio, que estuvo una temporada trabajando con mi padres, cuando no teníamos los depósitos donde se pone el grano tostado y se metía en unos sacos, y yo iba por las tardes y le cogía una papa a mi madre y mi tío me la ponía en el saco recién salido de la tostadora, y en 20 minutos la papa estaba cocinada y me la comía”.

Se trataba de una época en la que, según contaba su padre, había hasta 14 molinos de gofio en Santa Cruz. “Casi todos eran negocios familiares, en nuestro caso la segunda generación sí está aquí, pero en muchos de aquellos la segunda generación no quería seguir con el negocio y cerraron. Además, el mercado se fue abriendo y había más productos y esto fue en declive”, explica David.

Hasta hace unos 10 años quedaba otro molino en la ciudad, en el entorno del Mercado de Nuestra Señora de África, que terminó cerrando también. “Nunca nos planteamos cerrar, prácticamente nos criamos aquí, lo llevamos en la sangre y cerrar esto sería muy complicado para nosotros. Ahora mismo somos la segunda generación, tercera no sabemos si habrá, aún son muy pequeños”, apunta David. Y eso que la crisis económica también les pasó factura. “La venta en mostrador siempre tiene sus picos, pero ha seguido más o menos igual, aunque el tema de los negocios se nos complicó con la crisis porque cerraron algunos clientes grandes que teníamos y recuperar ese tipo de clientes, que facturaban bastante, es difícil”, explica.

En un año, apunta David, con un buen rendimiento, en el molino se llegaban a producir hasta 200 toneladas de gofio, mientras que en la actualidad se ha reducido a más o menos la mitad.

Aun así, “en el mostrador no nos podemos quejar, es una clientela fiel”, y, además, la juventud sigue consumiendo gofio. “Desde hace bastante tiempo vienen las madres pidiendo un gofio que les mandó el pediatra, eso antes no lo veíamos aquí. Y ahora está muy de moda la quinoa, la espelta y la avena, para deportistas, y luego el tradicional de toda la vida, de la mezcla de trigo y millo”, apunta.

La empresa cuenta con clientes no solo en la capital, sino en toda la Isla, e incluso “tenemos cosas puntuales en Gran Canaria y varios clientes particulares en la Península, que nos llaman por teléfono y se lo enviamos por correo”, indica David

maquinaria

El relevo generacional conllevó también una mejora de la maquinaria para aligerar la carga de trabajo, algo que en la época de su padres “era muy sacrificado”. “El sistema prácticamente es el mismo que cuando mi padre lo compró -explica-, pero la maquinaría ha mejorado. Antes los motores del molino tenían más consumo y hacían más ruido y ahora son más modernos, pero el sistema de piedras sigue siendo el mismo y también la tostadora. Pero sí se ha renovado todo el sistema de trasiego del grano de un sitio a otro, y antes el envasado era manual y ahora tenemos una envasadora automática”, con la que, por ejemplo, envasan dosis individuales de gofio para el hospital psiquiátrico Febles Campos.

También conservan la antigua limpiadora de madera, anterior a la década de los 80 del siglo pasado, que “aún funciona, pero que casi no se usa, porque antes el grano había que limpiarlo bastante, pero ahora viene prácticamente limpio”. Guardan, además, una pequeña piedra de las que se usaban antes para moler, que llevan a las charlas que a veces dan en centros educativos.
Y es que hay que tratar que la cultura del gofio se mantenga generación tras generación, no solo por su historia y tradición, sino por sus importantes valores nutricionales.

TE PUEDE INTERESAR