candelaria

Una imagen que vale más que mil plegarias

Peregrinos procedentes de distintos puntos del Archipiélago hicieron frente al fuerte calor y cumplieron, unos por promesas, otros por tradición, con la visita a la Morenita en su casa
El ambiente festivo en la plaza de la Patrona de Canarias invitaba ayer a disfrutar de la soleada tarde, a pesar del fuerte calor reinante, un espacio en el que el flujo de peregrinos y visitantes se mantuvo constante a lo largo de todo el día y que siguió recibiendo gente durante toda la noche. Fran Pallero
El ambiente festivo en la plaza de la Patrona de Canarias invitaba ayer a disfrutar de la soleada tarde,                       a pesar del fuerte calor reinante, un espacio en el que el flujo de peregrinos y visitantes se mantuvo constante a lo largo de todo el día y que siguió recibiendo gente durante toda la noche. Fran Pallero
El ambiente festivo en la plaza de la Patrona de Canarias invitaba ayer a disfrutar de la soleada tarde, a pesar del fuerte calor reinante, un espacio en el que el flujo de peregrinos y visitantes se mantuvo constante a lo largo de todo el día y que siguió recibiendo gente durante toda la noche. Fran Pallero

El trayecto termina delante de ella. Ningún peregrino da por finalizado su camino hasta que no llega al pie de la Morenita. Algunos tiran de teléfono móvil para inmortalizar el momento y otros simplemente la miran en silencio, quizás rezando o simplemente dando las gracias por haber llegado un año más. Cansados, doloridos, algunos visiblemente afectados por el fuerte calor que ayer empezó a dejarse notar, cumplen y llegan hasta la imagen de la Virgen de Candelaria, que los espera en su trono dentro de la Basílica. Por el monte o por la carretera vieja, desde el Sur o desde el Norte, por promesa o por tradición (o por las dos), los peregrinos que ayer comenzaban a llegar a Candelaria, y que seguirán llegando hoy, contándose por decenas de miles, mantienen viva una tradición centenaria.

Algunos llevan más de 20 años y otros incluso más de 30, como Isidro: “Ya son 36 años los que llevo viniendo y eso que ya tengo 65”, cuenta mientras contempla a la Virgen desde uno de los bancos de la iglesia. “Salí ayer (martes) por la mañana y llegué a la siete de la tarde. Me iré mañana”, cuenta. Vino por la carretera vieja, “desde el Hospital de La Candelaria”, y los motivos, en todos estos años, son variados. “A veces por promesas y otras por tradición”, explica este vecino de Los Realejos.

Frente a la Basílica, Domingo cuenta a sus allegados cómo se ha sentido haciendo el camino. Tiene 68 años y lleva más de 20 peregrinando desde distintos puntos de la Isla. Este año lo ha hecho desde Aguamansa y a través del monte. “Mi padre lo hacía y como cuando era joven yo no podía, lo hago ahora”, cuenta mientras el resto de su grupo escucha atentamente. Con Domingo, Carmen Nieves, Fefa y también Marco y Heidi, dos alemanes afincados en La Orotava que ayer completaron su segunda caminata hasta Candelaria. La primera la hicieron en diciembre relata Heidi. “Hemos tenido mucha suerte porque llegamos bien y, además, han limpiado los caminos del monte. No había pinocha y no nos hemos caído”, dice en un perfecto español. La mayoría de los peregrinos que han venido por el monte coinciden en alabar la limpieza que se ha hecho de los caminos tradicionales, lo que ha facilitado la caminata.

Lidia también es del Norte (Puerto de la Cruz), y en su caso inició el camino en Geneto para, a través de la carretera vieja, terminar en la plaza de la Basílica. “Salimos a las dos y media y acabamos de llegar (eran las siete de la tarde)”. Lo peor, el calor. “Asfaltaron un trozo nuevo de la carretera y la verdad es que se notaba mucho el calor”, comenta con la cara aún encendida por el esfuerzo. Hizo el camino con su padre, su hermano y su sobrino y, como el resto, no era su primera vez. “Mi padre inició la tradición y los demás la hemos seguido. Unos años por promesa y otros por tradición”, concluye.

Aron Villeslada llegó desde Guargacho, 78 kilómetros recorridos en dos días. “Hemos hecho parada en medio para descansar y vinimos costeando”, comenta con evidente cansancio. Es su segundo año y del grupo de 23 que salieron, 13 consiguieron su objetivo. “Ahora a la playa o la piscina a recuperar”, dice con una sonrisa.

Del Sur también llega el grupo de Sergio, más de 15 personas de todas las edades, ataviadas con sus camisetas verdes estampadas con la imagen de la Virgen de Candelaria. Salieron el martes y han ido parando por el camino, tomándose las cosas con calma. Llegaron ayer. Lo primero que comentan es que se han sentido olvidados como peregrinos. “No hay nadie ayudándote, ni acompañando, como a los que vienen del Norte”, se quejan por lo que consideran una falta de consideración. Aun así mantienen un ambiente festivo, sobre todo en torno al pequeño Mateo, de tres meses. “Unos vienen por tradición, otros por promesa, yo vengo por él”, afirmó Sergio señalando al pequeño que se mecía entre los brazos de su abuelo. Jordi es otro de los peregrinos al que solo mirarle a la cara se le nota el esfuerzo realizado. A sus 24 años, salió de La Orotava por la mañana y llegó ya en el ocaso a Candelaria. Lo hizo a través del monte junto a parte de su familia. Este año han cumplido una promesa: “Me partí una rodilla y mi madre hizo una promesa para que me pusiera bien, también por mi hermana, que estuvo mal, y aquí estamos para cumplirla”, sentencia sonriendo.

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