¿Qué es el cerebro? Nuestro órgano más importante ha sido considerado, durante mucho tiempo, un conjunto de neuronas que interactúan entre sí, pero que se acostumbran a agrupar en regiones o áreas, a las cuales se atribuyen distintas funciones y son vistas como “monumentos aislados”, siguiendo el mapa elaborado en 1930 por un jovencísimo neurocirujano Wilder Penfield. Sin embargo, en la actualidad parece estar ganando peso otra forma de entender cómo funciona lo que en términos informáticos sería nuestro procesador, el componente encargado de ordenar a cada parte del cuerpo que cumpla su tarea: el conectoma humano.
De acuerdo con esta vertiente, resulta crucial comprender, más que cada zona por separado, cómo se conectan unas neuronas con otras; cuál es el camino que siguen. Comúnmente, se suele decir que, por ejemplo, un conocimiento que adquirimos una vez y al que no volvemos a recurrir, como puede ser estudiar un examen sobre algo que nada tiene que ver con nuestro día a día, es decir, que memorizamos y vomitamos sobre el papel, se forma en nuestra cabeza como un fino camino de tierra que, fácilmente, se borra. Al cambio, los pensamientos que se hacen rutinarios y de los que tiramos para desempeñarnos en el trabajo, durante el tiempo de ocio o en nuestros quehaceres hogareños, constituyen una carretera firme.
No obstante, cuando una persona es diagnosticada con un tumor cerebral, todo se viene abajo. Siempre se sospecha que alguna función puede verse alterada, y, en ese sentido, al operar, se trata de priorizar la conservación de la movilidad y el habla. Una base que, si bien no es del todo equivocada, para profesionales como el neurocirujano palmero Jesús Martín Fernández es solo un primer paso. Hay que ir más allá y ambicionar que se preserven las partes relacionadas con el procesamiento emocional, la cognición y la personalidad. Es por eso que se ha especializado en “cirugía despierta”, concretamente, aplicada al lado derecho del cerebro, técnica de la que es pionero y por la que su teléfono no para de sonar, tanto para impartir conferencias como para intervenir quirúrgicamente.
Uno de los foros más importantes en los que prevé participar, y que tendrá lugar el próximo mes de mayo en la isla italiana de Sicilia, es el Congreso Internacional sobre la Consciencia Humana. Allí acudirá, entre otros primeros espadas de la ciencia mundial, el Premio Nobel de Física 2020 Roger Penrose, lo que, según reconoce Martín Fernández, todavía tiene que asimilar. Y es que, además, en dicho encuentro defenderá que la neurocirugía “necesita de la física cuántica para explicar fenómenos tan complejos como la consciencia”. Una charla que, a buen seguro, despertará el interés del británico.
Anteriormente a estos hitos, por los que ha adquirido notoriedad en el gremio, una investigación suya junto a dos compañeros del Hospital Universitari de Bellvitge, Alejandro Fernández-Coello y Andreu Gabarrós, sacudió el panorama médico por plantear cómo sería realizar la cirugía despierta en un paciente que domine varios idiomas, tratando de que, una vez concluido el procedimiento, este logre seguir hablando con fluidez cada una de las lenguas.
Aunque si un estudio con su firma ha tenido especial relevancia, y, sobre todo, repercusión, fue el que publicó en 2021 en la revista Neuroscience comparando los efectos del reguetón y la música clásica en el cerebro. Resultó, de acuerdo con sus conclusiones, que el género urbano activaba en mayor medida las regiones auditivo-motoras. Una afirmación que traspasó fronteras, alcanzando presencia en medios de comunicación internacionales, incluida la cadena de televisión estadounidense CNN, para la que Martín Fernández concedió una entrevista.
MÚSICA
El refranero popular dice que “es de bien nacido ser agradecido”, y, en concordancia, en cada una de sus intervenciones el palmero, natural de la capital de la Isla Bonita, procura tener palabras de agradecimiento hacia el que considera su mentor, el profesor Hugues Duffau, con quien ha tenido la oportunidad de trabajar mano a mano en Francia. Y, a pesar de que en la actualidad lleva a cabo sus investigaciones en el Queen Square Hospital de Londres, a miles de kilómetros de casa, sigue siendo embajador de La Palma. Tiene presente, de hecho, que es al pequeño rincón del Atlántico al que le debe lo que es hoy, incluido su amor por la música, en la que también despunta.
No en vano, a finales del año pasado dirigió a la Orquesta Sinfónica de Budapest, que interpretó una banda sonora compuesta por él mismo para la obra de teatro Magallanes El Cano. La primera vuelta al mundo, de la compañía tinerfeña Timaginas. “Mi primer recuerdo con la música es tocando el timple con seis años, con mi primo Santy Fernández, el tema Nube de Hielo, de nuestro Benito Cabrera (Premio Taburiente de la Fundación DIARIO DE AVISOS). Jamás pensé pasar de ahí a escribir música”, reconoce.
Preguntado por sus referentes en este ámbito, cita “artistas como El Bosco, como John Cage, o mi querido Luis Cobiella [Cuevas]”. Y, vinculados a su área de estudio, “los relatos neurológicos de Oliver Sacks sobre las alucinaciones musicales”. “Es importante tener referentes para no perder el norte”, defiende. Aparte, recuerda “con un cariño increíble” su paso por la agrupación Los Viejos, que timoneó con tan solo 19 años: “Fue un peso gigantesco que llevé todo lo bien que pude. Volveré seguro, pero ahora mismo estoy muy lejos y centrado en la música clásica contemporánea y la dirección de orquesta. Pero nunca me iré. Son mi familia. Supongo que son etapas”, añade.
Santacrucero de pro, imposible obviar la Bajada de la Virgen de Las Nieves, “un acontecimiento que vivo con el amor de un niño de cinco años”, admite. Así, relata que “fue un sueño ganar el concurso de música y letra junto al brillante Luis Ortega y ser el primero en la historia en ser compositor y ser seleccionado para bailar. Alonso Lugo y Josiño han hecho un gran trabajo en la preparación e innovación, manteniendo la esencia, en la Danza de los Enanos”.
AUTOEXIGENCIA
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta la trayectoria que le precede con tan solo 30 años, lo suyo es preguntarse cuál es la receta del éxito: “Creo que mi motor siempre han sido los sueños. Es un camino arduo, duro, con obstáculos. Pero siempre he pensado que se puede conseguir con mucha fe y, sobre todo, con una planificación rigurosa y exigente con uno mismo”.
Igualmente, echando la vista atrás, narra que “desde niño tuve la curiosidad por descubrir qué había en el universo que tenemos dentro de nuestra cabeza. Entré en la carrera sabiendo que solo quería ser neurocirujano y hacer cirugía despierta para estar en contacto con el conectoma humano y poder ayudar a los pacientes conservando su calidad de vida”.