El Museo de la Ciencia y el Cosmos acoge la exposición Ceniza y lava. Revelaciones científicas junto al volcán organizada por los centros del CSIC en Canarias y Museos de Tenerife. Esta exposición de divulgación científica en torno a la erupción de La Palma de 2021 acerca el trabajo de los investigadores del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA), del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y del Instituto Geológico y Minero de España (IGME)
Dentro de la misma se podrá acceder a materiales, herramientas y descubrimientos de los científicos que trabajaron en el control de la calidad del aire durante la erupción. Sergio Rodríguez, físico especialista en Ciencias de la Atmósfera y responsable del Laboratorio de Calidad del Aire de Canarias e investigador del IPNA-CSIC, afirmó que “presentamos muestras de partículas respirables que fuimos tomando durante la erupción diariamente, desde el inicio hasta tres meses después de haber finalizado, para poder evaluar cuál era el estado de la calidad del aire; se indican algunos de los filtros y después material gráfico mostrando la evolución de la concentración y la composición química de las partículas”.
De este modo, observaremos “cómo han ido cambiando las concentraciones, que fueron extremadamente altas en periodos de pluma volcánica y de caída masiva de ceniza. Podemos ver cómo hubo períodos en los que la composición de estas partículas respirables estaba dominada por las cenizas, otros períodos en los que dominaban las sales que se formaron como consecuencia de las emisiones de los ácidos volcánicos (del ácido sulfúrico, clorhídrico y fluorhídrico) que salieron de forma gaseosa”, y otros en los que abunda polvo sahariano coincidiendo con un episodio de calima.
Rodríguez reconoció que aquella emergencia tuvo “momentos difíciles”, como a la hora de desarrollar un cometido diario, que fue muy extenso y largo, “muchísimo más de lo que pensaba, porque nos pilló de improviso y tardamos algunas semanas en tener disponibles todos los recursos que necesitamos”, así como la “incertidumbre por la propia evolución de la erupción y del penacho”, por lo que había que “ir adaptando las circunstancias”. También destacó que la cantidad de cenizas, partículas y aerosoles respirables era tan tan alta “que los equipos se averiaban con mucha frecuencia y teníamos que estar abriéndolos con mucha frecuencia, limpiarlos y recalibrarlos porque, si no, era imposible trabajar”. Sin duda, “los equipos no estaban preparados para trabajar con tremenda cantidad de particulas en suspension”.
Como científico señaló que fue “un privilegio y fuimos afortunados” por desempeñar dicho trabajo, afrontando momentos difíciles. Cuenta que el cansancio no se sintió en ese momento: “Nos vino tres meses después de la erupción, cuando ya pasó toda la labor y ya pudimos calmarnos un poco”. Así, destacó que “el volumen y el ritmo tan alto de trabajo pasó factura”.
Los investigadores del Laboratorio de Calidad del Aire de Canarias del IPNA-CSIC continúan tomando muestras de partículas tanto cerca del volcán como en el Valle de Aridane. “Seguimos realizando los análisis químicos y una vigilancia de los niveles”. En lo relativo a las partículas, “se deben a la erosión del cono volcánico” y prácticamente “las que hay ahora mismo provienen básicamente de las obras”.