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La Arrastrada: la tragedia que cambió La Gomera

La prensa de la época habló de al menos 38 víctimas mortales, aunque los testimonios locales siempre han sostenido que fueron más
La Arrastrada: la tragedia que cambió, en 1941, La Gomera

La noche del 30 de octubre de 1941 quedó grabada para siempre en la memoria de La Gomera. Aquel temporal, conocido popularmente como “la Arrastrada”, desató una de las mayores tragedias naturales vividas en la Isla en el siglo XX.

Un temporal desbocado

Entre las dos y las cuatro de la madrugada, lluvias torrenciales cayeron con tal intensidad que los barrancos se convirtieron en auténticas avenidas de agua, lodo y piedras. En algunos puntos, el agua alcanzó los cuatro metros de altura, arrasando todo lo que encontraba a su paso: viviendas, cultivos, factorías y caminos.

Municipios como Valle Gran Rey, Hermigua, San Sebastián de La Gomera y Playa de Santiago quedaron completamente devastados. Solo en la capital gomera, se calcula que alrededor del 90 % de las viviendas sufrieron daños graves o quedaron destruidas. Las pérdidas materiales fueron incalculables: casas desaparecidas, terrenos agrícolas sepultados bajo el fango y embarcaciones destruidas.

El número exacto de fallecidos nunca llegó a determinarse con precisión. La prensa de la época habló de al menos 38 víctimas mortales, aunque los testimonios locales siempre han sostenido que fueron más. La Isla quedó incomunicada y en estado de emergencia.

La Gomera en 1941: una isla vulnerable

La tragedia se produjo en plena posguerra, en un Archipiélago que sobrevivía con escasos recursos, limitado acceso a suministros y un aislamiento que agravó los efectos del desastre. La abrupta orografía gomera, atravesada por decenas de barrancos, contribuyó a convertir la lluvia en un enemigo imposible de contener.

Solidaridad y supervivencia

Las primeras ayudas llegaron desde Tenerife, aunque con dificultad debido al mal estado del mar y la carencia de infraestructuras. La población tuvo que organizarse como pudo: improvisar refugios, recuperar cuerpos bajo los escombros y rescatar lo poco que el agua no había destruido.

Hubo familias que lo perdieron todo: casa, tierras, animales y seres queridos. El paisaje agrícola, base de la economía insular, quedó irreconocible. La reconstrucción fue lenta y durante años la “arrastrada” siguió condicionando la vida en la Isla.

La memoria que no se borra

El episodio quedó fijado en la memoria colectiva de la Isla no solo como un hecho histórico, sino también cultural. Décimas populares, relatos orales y documentos familiares han mantenido vivo el recuerdo de aquella noche. Cada 30 de octubre, el recuerdo de la riada regresa como advertencia: el agua que da vida también puede destruirla.

Hoy, los planes de emergencia y gestión del riesgo en La Gomera siguen citando la riada de 1941 como un punto de partida para entender la vulnerabilidad del territorio ante fenómenos meteorológicos extremos.

Un antes y un después

La “Arrastrada” no fue solo un temporal, sino un giro en la historia de la Isla. Mostró con crudeza la fuerza de la naturaleza y la fragilidad de las infraestructuras de aquella época. También dejó una lección que aún resuena: la necesidad de convivir con el territorio, comprenderlo y prepararse.

Más de ocho décadas después, La Gomera sigue recordando aquella noche en la que el agua lo arrasó todo menos la memoria.

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