John O’Meara, subdirector del Observatorio W. M. Keck de Mauna Kea (Hawái), se mostró optimista, en una reciente entrevista con la revista Physics Today, sobre las posibilidades de que el Telescopio de Treinta Metros (TMT, por sus siglas en inglés), que aspira a ser el instrumento de observación más potente y avanzado jamás construido, se instale en esa isla del Pacífico frente a La Palma, opción B de los promotores. El experto señaló que ya se está produciendo un acercamiento entre las autoridades estadounidenses y la comunidad nativa hawaiana, que lleva años manifestando su oposición a ubicar el aparato en lo que considera una “montaña sagrada”.
La clave de este giro se halla en los cambios en el modelo de gestión de Mauna Kea, dando mayor protagonismo a la población local y haciéndola partícipe de las decisiones. Y es que el conflicto, que se remonta a 2015, ha animado a la comunidad científica internacional a demostrar que ciencia y cultura son compatibles. El método utilizado en esta ocasión para calmar las aguas es integrar a kupuna o ancianos de los colectivos nativos en la Junta Administradora del monte. En dicho enclave, a 4.205 metros de altitud, ya se han emplazado más de una decena de telescopios, de ahí que las asociaciones kia’i no quisieran que se “profanara” más espacio, haciendo valer un acuerdo de los años 50.
El plan de Washington pasa por replantear el TMT, a fin de que en vez de ocupar nuevas parcelas aproveche los solares de otros instrumentos que están a punto de finalizar su vida útil y serán desmantelados. Concretamente, los dos que serán retirados de aquí a finales del año que viene son el Hoku Kea, operado por la Universidad de Hawái desde 2010, y el Caltech Submillimeter, que la Academia Nacional de Ciencias estadounidense puso en funcionamiento en 1987. Una opción que, de acuerdo con la prensa local, ha sido vista con buenos ojos por los detractores del proyecto.
La Palma, donde el TMT tiene vía libre tras despejarse las discrepancias judiciales planteadas por un colectivo ecologista, continúa a la espera de si Estados Unidos decide entrar en el consorcio internacional que promueve la infraestructura, al que ya pertenecen algunas instituciones privadas de dicho país, así como los gobiernos de China, Japón, India y Canadá. En caso de hacerlo, ostentaría la figura de socio mayoritario, con una inversión que se estima de unos 800 millones de dólares, y podría decidir la sede final del aparato. Es por eso que en los últimos meses los norteamericanos han tomado las riendas de las negociaciones con los opositores, con aparente buen resultado.
LOS FUERTES DE LA ISLA BONITA
Como puntos a favor de La Palma, se sitúa el hecho de que el TMT cuenta con todos los permisos para empezar la instalación, un aspecto que cobra mayor importancia, si cabe, por los retrasos que ha experimentado el proyecto con motivo de las manifestaciones en Hawái. Algunos socios, como India y Canadá, han llegado a declararse partidarios de optar por la Isla Bonita y no demorar más el inicio de los trabajos, dado que su construcción toma unos 10 años.
Además, en Canarias el telescopio dispone de un alto índice de aceptación popular, según las encuestas llevadas a cabo por el consorcio internacional. De hecho, los únicos opositores al proyecto, el colectivo Ben Magec, perdieron su batalla judicial, toda vez que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma dio la razón a los promotores el pasado mes de septiembre, en un auto que destacaba el “interés general” de la iniciativa científica.